Mi guitarra estaba rota. Bueno en realidad no era mía, era de mi hermano. Yo no tuve mi propia guitarra hasta muchos años después. Los deseos son muchos más intensos cuando uno es niño. De adulto uno deja como de desear cosas o la sensación de desear es mucho menos intensa. Durante mi infancia y los primeros años de mi adolescencia estuve usando las guitarras de mis hermanos una de las cuales tenia una raja en el lomo de unos treinta centímetros y su aspecto y sonido eran lamentables. La de mi hermano mayor era casi inaccesible pues era de mayor calidad y si en algún momento te pillaba tocándola había bronca seguro. Así que me pasé años ahorrando el poco dinero que conseguía e ingresándolo en la «cartilla» de una caja de ahorros del pueblo que a todos los niños nos abrían cuando nacíamos con la esperanza de que ahorráramos durante toda nuestra vida para que cuando llegáramos a adultos tuviéramos algo, nada más lejos de la realidad.
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