Chill out

 Un poquito harto si que estoy ya de puestas de sol, de chicas coctel en mano, pamelón blanco, enormes gafas Prada falsas sumergidas en la inevitable infinty pool, cabeza hacia atrás intentando demostrar que eso es el auténtico relax, el objetivo de cualquier mortal, lo que mola…y lo que es más triste, que esa es la puesta en escena de algo que la gente identifica con “Chill out”. La verdad es que una puesta de sol en fotografía es una cosa insulsa, vacía, aburrida e insignificante. No ilustra nada, no transmite nada en comparación con ver esa misma de puesta sol a tiempo real. Pero tampoco. La mayoría de las puestas de sol son un autentico coñazo y no tienen nada de atractivo. Casi todas son iguales. Me pregunto por que también las puestas de sol se asocian a eso que la gente llama “Chill out”, por Ibiza quizás? No creo, hay miles de puestas de sol en el mundo mucho mas impresionantes que las de Cafe del mar, me consta.

 No se si será el asqueroso sistema capitalista, el momento tan lamentable que vive la humanidad o la infinita estupidez de la gente pero siempre se tiene que asociar algo a otro algo con la única finalidad de vender y generalmente dicha asociación no tiene ningún sentido y por supuesto tampoco ninguna explicación. El “chill out” no es nada. Ni siquiera es un invento, ni una idea, ni un tipo de música, es nada…Si tuviéramos que definir algo si acaso sería un estado, un modo de vivir pero solo en determinados momentos pues vivir en “modo chill out” seria también algo insoportable.

Coucherseau-34 Tenia que decirlo pues hoy me he levantado poco “chill out” y si, estoy harto de tanta payasa, fatalmente vestida, en una playa de escándalo intentando dar envidia de su nivel de vida, todo siempre rodeado de un lujo espantoso y gente elegantemente repugnante y también fatalmente vestida. Ah! Y qué decir del Spa, que no falte el spa!. “Chill out” y spa es lo mismo. Pones en google “Chill out” y te salen millones de fotos de spas. Ufff, de verdad es tremendo esto de la mediocridad. Tremendo y aburrido.

 Sinceramente no me gusta la idea que la gente pueda hacerse sobre mi trabajo y ve las portadas del 95% por ciento de los recopilatórios de “chill out”: una chica (siempre una chica, lo siento, siempre son ellas), una puesta de sol o un spa. No creo que mi música tenga nada que ver con eso. Lo peor es la idea que la gente pueda hacerse a priori sobre tu trabajo (cosa que a estas alturas ya me da igual) cuando preguntan sobre que tipo de música haces y les contestas que te dedicas a hacer música electrónica cercana al chill out, piensan antes en una cama balinesa que en algo realmente atractivo e interesante. Es triste.

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No quiero convencer a nadie, pero de verdad mi música poco tiene que ver con infinity pool, puestas de sol, spas ni camas balinesas.

El muro

 Cuando era pequeño recuerdo que oía decir a mis hermanos los mayores, que por aquel entonces estudiaban en la universidad muy lejos de casa y eran todos muy de izquierdas, que los medios de información, de comunicación estaban todos vendidos y que por tanto no debíamos creer nada de los que decían en los informativos de televisión o en los periódicos. Por supuesto yo no entendía nada pero como desde pequeño yo ya era muy subversivo y muy antisistema repetía esta misma tabarra a mis amigos los cuales comprendían menos que yo aun estas monsergas.

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Los muñecos de plastilina, la poesía y la muerte

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Les retorcía los brazos y las piernas de todas las maneras posibles hasta que conseguía la postura que deseaba. A ninguno le faltaba el más mínimo detalle ya que los trabajaba durante horas. Una vez terminados ellos y sus instrumentas los colocaba sobre una plataforma de plástico que pillaba de cualquier parte. En esta plataforma abría pequeños agujeros en los que insertaba bombillitas de colores de esas que se ponen en los belenes y en los arboles de navidad y que parpadean de diferentes modos. Una vez todo organizado ponía esta plataforma con los muñecos de plastilína, todos con su instrumentos y sus amplificadores, encima de la mesa, enchufaba las luces y ponía una pequeña radio, daba igual lo que sonara e incluso algunas veces no ponía nada, la música ya estaba en mi cabeza. Me sentaba delante, muy cerca apoyando la barbilla sobre mis brazos cruzados y permanecía así, sin moverme, dejando que mi imaginación hiciera el resto. Yo era uno de esos pequeños muñecos encima del escenario agarrado a mi guitarra y bañado por enormes focos de colores. Era como asistir a uno de mis propios conciertos, era lo que yo quería hacer, era el sueño de mi vida…Una voz llegaba de lejos, venia como de otra dimensión y poco a poco me despertaba de aquel sueño, me sacaba de aquella fantasía. Me llamaban para cenar y se acabó el concierto.

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 En aquellas tardes interminables a cada uno de nosotros se nos ocurría algo dependiendo de los gustos de uno o de otro. Así por ejemplo uno de nuestros amigos organizaba procesiones de semana santa cuando esas fechas se aproximaban. Se trataba de un tipo extraño con un aspecto un tanto inquietante y que padecía con frecuencia ataques epilépticos. Su obsesión era la religión en todos sus aspectos aunque mucho me temo que prefería toda la parafernalia que rodeaba a la iglesia a aspectos más espirituales, aunque por supuesto no voy a dudar de la profundidad de su fe ya que creo que en la actualidad ha llegado a ser el sacristán de la parroquia de mi pueblo, todo un logro. Pues este amigo nuestro organizaba todo lo que era una autentica procesión con sus “romanos” con tambores y todo. Para ello nos agenciábamos unas latas de aceite de motor de coche vacías y con una cuerda nos la cruzábamos al cuerpo a modo de tambor la cual aporreábamos con dos palos con autentica pasión para desesperación de los vecinos. En dos filas nos alineábamos a ambos extremos de la calle rodeando a un amigo que iba haciendo de Cristo. Hacíamos recorridos por el barrio algunos más largos que otros dependiendo del público que acudía a ver semejante espectáculo. Cuando nos hinchábamos de tanto ruido, pues era realmente insoportable, tirábamos las latas (conciencia ecológica se llama eso) y nos íbamos a casa como si nada hubiera pasado. Aquello tenia que ver bastante poco tanto con la religión como con nuestra fe. Una pena no tener ninguna foto de esos momentos.

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 Otras tardes me entraba la vena de ser escritor y me pasaba las horas encerrado en mi cuarto golpeando la “Olivetti” de mi padre y escribiendo poesía o alguna insufrible obra de teatro que normalmente era rechazada de inmediato por mi profesor en la escuela cuando se la enseñaba pues trataba de personajes tan interesantes como Sandokan o Curro Jimenez. Mas tarde escribiría musicales con música de Iceberg, Bloque o Hilario Camacho los cuales el destino hizo que jamás se representaran por suerte para el arte y la humanidad. Estaba claro que mi carrera como escritor tenía los días contados. De esta manera brotaban perlas como esta:

                               “Que más da la verdad que la mentira

                               Si la verdad miente y la mentira

                              Justifica lo que ya no se puede remediar

                              A causa de las mentiras que afirma la verdad!!!”

 En cierta ocasión mi Madre tuvo que irse a Madrid ya que una de mis hermanas estaba punto de dar a luz y yo como siempre me fui a casa de mis amigos los gemelos. El recuerdo de aquel café con leche de por las mañanas aun me acompaña. Una de esas mañanas me despertaron los gritos de la Madre de mis amigos que llegaban desde la planta de abajo comunicándome que mi tía había muerto. En ese momento sentí algo nuevo, una sensación de autentica desolación y tristeza, una agitación desconocida que hizo que los ojos se me inundaran en lagrimas pero esta vez las lagrimas eran de verdad. Era el dolor de la perdida. Se trataba de la madre de mi tía, la «chacha Nana» (se llamaba Feliciana) y que para nosotros era la abuela que nunca tuvimos, además de por la edad, por el amor sincero que le profesábamos. Vivió durante muchos años en mi casa y por ello crió a muchos de mis hermanos hasta que su hija se la llevó a vivir con ella. Incluso ya viviendo con su hija pasaba los días enteros en mi casa y al anochecer la acompañaba yo o alguno de mis hermanos del brazo a su casa. Una mujer increíble, una vida dura, un recuerdo imborrable. Fue la primera vez que sentí la muerte de alguien sin saber que a partir de entonces la vida se convertiría en una sucesión de perdidas irremplazables hasta el punto de hacerla casi insoportable.

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Pinturas de Juan Sotomayor.

Repetición

Todo en la vida es repetición. La naturaleza, el mundo, todas las cosas e incluso nuestra propia vida es idéntica a otras que existieron antes. El aburrimiento es solo el resultado de una repetición sin fin. La vida como un eterno «loop». Sobre ello se ha escrito mucho, muchas teorías complejas y infinitas y que nos producen un tedio insoportable. Sin ir más lejos todo lo relacionado con los fractales. Teorías incomprensibles solo para mentes mucho más científicas que la mía. Aun así conviene recordar de que se trata:

«Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas. El término fue propuesto por el matemático Benoît Mandelbrot en 1975 y deriva del latín fractus, que significa quebrado o fracturado. Muchas estructuras naturales son de tipo fractal. La propiedad matemática clave de un objeto genuinamente fractal es que su dimensión métrica fractal es un número no entero.»

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Un concepto difícil de comprender en toda su extensión. Difícil y aburrido. Yo no voy a teorizar, entre otras cosas por que me pierdo. Además no tengo ni idea.

Prefiero hablar de la repetición en el arte, más concretamente en la música. Decir que el pop es repetición quizás sea un atrevimiento lo mismo que afirmar que la música pop es una eterna reiteración de formulas que en la mayoría de los casos aburren a Maria Santísima.

A mi se me ha acusado de repetirme con frecuencia. Yo mismo tengo a menudo la sensación de estar haciendo el mismo tema una y otra vez desde que empecé a componer música hace muchos años. Pero el que esté libre de culpa que tire la primera piedra. ¿Conocéis a algún artista que de una manera u otra no se repita?. Conviene puntualizar algunos aspectos. Uno de ellos es la imitación de uno mismo, ese si que es un problema el cual es el resultado de querer repetir una formula que económicamente (o a causa de un éxito fortuito) ha funcionado y que dice bastante poco a favor de quienes los practican y que desgraciadamente son muchos artistas. Otra cosa muy distinta y que también conviene destacar es la existencia de un lenguaje artístico propio y que a priori (y más si desconocemos la obra de determinado artista) nos puede parece una reiteración continua de una formula. Artistas como Philip Glass, Michael Nyman…etc…podrían parecernos extremadamente aburridos ya que sus propuestas son muy parecidas y sin embargo lo que ocurre es una cosa bien distinta: su lenguaje es tan personal, tan único, contiene tal fuerza que solo con oír tres notas seguidas de una de sus obras averiguamos con facilidad de quien se trata.

"Campbell's Soup Cans" (1962) by Andy Warhol are shown in this undated photo released to the press on Aug. 10, 2011. The works are synthetic polymer paint on 32 canvases, each 20 x 16". Source: Museum of Modern Art via Bloomberg EDITOR'S NOTE: NO SALES. EDITORIAL USE ONLY.

Andy Warhol hizo de la repetición un un riquisimo mundo visual y se convirtió en uno de los más importantes artistas de lo que se llamó el «pop-art». Simplemente repetía fotos y las pintaba (además de otras muchas cosas). Así de sencillo. Lo más importante es que de elementos ya existentes creó un universo totalmente nuevo. Son y han sido numerosos artistas los que han hecho de la reiteración su proceso natural de trabajo llegando a los más altos niveles de expresión y de creación artística. Ahí era donde yo quería llegar. La repetición en si es algo inservible, algo aburrido y carente de interés sin embargo si combinando elementos que ya conocemos creamos algo nuevo esto adquiere una significación y un valor fuera de toda duda. Eso ocurre con muy poca frecuencia en la música pop y rock. ¿Quien no se aburre cuando ve a 6 tíos con sus guitarrones colgados repitiendo lo que hicieron otros hace mas de cuarenta años (e incluso peor)?. Se lleva repitiendo la misma formula década tras década sin ninguna innovación y pocos artistas son los que se libran de ello y arriesgan introduciendo novedades en estas formulas ya caducas. Yo me pongo enfermo cuando descubro un grupo aparentemente novedoso («indi»?) y así que oyes cuatro acordes te das cuenta con estupor que quizás lo mas innovador sea el diseño de sus zapatillas, algunas veces ni eso. Además de producir bastante pereza resulta patético. Y lo que más me sorprende es que les va muy bien e incluso gozan del favor de la critica y el público pavoneándose ante quienes por avanzados y novedosos sufren el mayor de los ostracismos. ¿Que nos está pasando?. Y bueno, hasta ahí todo bien. Lo peor es cuando lees o escuchas en sus entrevistas que se sienten orgullosos de no haber descubierto nada, de no innovar, jactándose incluso que lo que les gusta es hacer lo que ya hicieron y siguen haciendo cientos de miles artistas antes. Encima se lo creen.

Yo siempre he considerado que la expresión artística debe tener cierta evolución, sea en el sentido que sea. Cualquier artista, debe adquirir un compromiso que ya le viene impuesto por el solo hecho de crear, debe enfrentarse a la creación con un afán innovador. Si no hay un compromiso no hay nada. La música como divertimento, como hobbie… es totalmente respetable pero yo no estoy hablando de eso.

Quizás a este texto debería haberle llamado «Aburrimiento» en vez de «Repetición».

 

 

Toda la música del mundo

Creo que me estoy volviendo loco. Desde hace muchos años tengo la sensación de que toda la música que oigo podría haberla compuesto yo mucho antes. Es tanta la que tengo en la cabeza que cuando oigo algo mi cerebro se anticipa algunos milisegundos hasta hacerla casi mía. Es terrible por que la sensación de impotencia es desesperante ya que parece como si todos los demás músicos me hubieran arrebatado mis ideas en cuestión de minutos, como si estuvieran plagiándome continuamente.

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Del baúl de los recuerdos

Esta vez no es culpa mía volver a ponerme nostálgico. Resulta que mirando fotos y videos antiguos en una montaña de cds me he encontrado con esto. Se trata de una presentación que hicimos en la tienda Fnac de la Plaza de Callao de Madrid en Noviembre del año 2003, casi na!. Presentábamos «La Roca Vol. 2». Por aquel entonces acababa de comprarme una cámara de video (con los teléfonos aun no se podían hacer ni fotos) y grababa todo lo que se movía y parte de lo que no se movía. Luego en casa montaba estos horribles videos pero yo me creía Antonioni. Aunque parezca más un video turístico de la Gran Vía de Madrid os aseguro que se trata de la presentación de mi disco.

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Salir

Hablar de sensaciones es realmente complicado. Conforme más intensas son y más me afectan más esfuerzo me cuesta explicarlas seguramente por dos razones: no es fácil describirlas y, lo que es más obvio, no escribo bien. Es una pena por que no se si la mayoría de la gente que pueda leer esto captará bien lo que pretendo decirle. Lo importante es que me atrevo aunque me quede a mitad del intento.

Un día cualquiera llega un e-mail o una llamada de teléfono. Si me llega a mi suelo derivar el asunto siempre a mi manager (en el caso de que lo tenga en ese momento pues últimamente pocos son los artistas que trabajan a través de un manager) pues el maneja mejor que yo ese tipo de asuntos y además siempre he oído, aun no entiendo porqué, que a la gente que contrata a artistas no le gusta tratar directamente con ellos. El caso es que mi manager (o yo) una vez que el asunto está un poco avanzado y tiene información del evento en cuestión se pone en contacto conmigo y me cuenta la película. Es increíble la cantidad de guiones que jamás se llegaron a rodar!!! Me refiero con ello que la mayoría de las veces no se llega a nada sobre todo cuando se habla de dinero (es inevitable hablar de dinero). La gente desaparece, se esfuma como si jamás hubieran existido.

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Desde el mismo momento que recibo la noticia empiezo a preocuparme. Una preocupación absurda, sin sentido…pero yo soy así. Es increíble pues los primeros días generalmente no se nada ni del evento para el que me requieren, ni la localización, como mucho se la ciudad, ni que debo hacer, ni nada! Pero mi cerebro empieza a trabajar, a crear imágenes que seguramente luego no tendrán que ver nada con la realidad. Lo se por experiencia y aun así mis nervios son inevitables. He llegado a la conclusión de que no se trata de pánico escénico como siempre pensé pues junto a esa sensación de nerviosismo coexiste cierto placer de no saber que va a pasar pues se que todo sale siempre bien (dejémoslo en casi bien) y en la mayoría de los casos no hay nunca ningún problema.

Cuando se trata de un concierto en el que me acompañan músicos tardo más pues el trabajo es más complicado y requiere ensayos y programaciones nuevas, pero cuando se trata de una sesión en la cual se me pide que ejerza como dj me la curro en dos tardes! Bueno es un decir pues a mi me parecen dos tardes y luego echando cuentas son diez días los que tardo en tenerlo todo perfectamente calculado. Me refiero a que con el afán de quitarme esa sensación de nerviosismo y tener cuanto antes los “deberes hechos”, me pongo a trabajar de inmediato y esa misma tarde tengo ya casi la selección de temas con los que deleitaré al respetable.

295235_10151158998601011_1857316821_nUna vez hecho lo grueso del trabajo me olvido y dedico los días a mi trabajo diario que suele consistir en otras cosas. Suelo hacer muy pocos “bolos” por lo que la mayor parte de mi tiempo lo dedico a componer, a producir y a remezclar lo que más adelante son mis trabajos discográficos.

Y así pasan los días hasta que llega el momento en el que llevo pensado semanas e incluso meses. Ese día , tanto si tengo tocar delante de diez, cien o mil personas la luz es diferente o por lo menos yo la percibo diferente. La realidad es distinta ese día y no exagero. Si encima tengo que coger un avión y desplazarme miles de kilómetros para tocar por la noche el estrés ya es la hostia, no me extraña que la luz me parezca diferente. Pero me gusta. Me sorprende mucho la normalidad del resto del mundo cuando yo ese día tengo una responsabilidad que a mi me parece enorme. Por la mañana quizás voy a comprar el pan y caminado por la calle pienso “dios mío esta noche estaré en … tocando delante de gente que no conozco de nada y fíjate, toda esta gente sigue con sus grises vidas ajenos a cualquier emoción, a cualquier cosa que se salga de su absurda cotidaneidad!!! Soy un afortunado!!! ”. Pienso continuamente que soy un afortunado para calmar mis nervios, en realidad me cambiaría por cualquiera de ellos, pero solo ese día.

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Es curioso pero una vez que cojo el avión , el tren o el coche y me dirijo a mi destino los nervios desaparecen totalmente. Cuando llego al lugar en si y una vez controlados todos los aspectos técnicos del evento es cuando empiezo a disfrutar realmente del viaje y de la oportunidad que se me ofrece de conocer un lugar y personas nuevas. Aun así sigo dándole vueltas a las cosas no lo puedo evitar pero ya desde otra perspectiva…incluso me divierto cuando algunas veces no entiendo nada de lo que me dicen y contesto con un continuo “yes, thanks, yes, thanks!”, amable les debo parecer desde luego.

Y lo demás ya es casi siempre igual, unas veces más emocionante, otras realmente aburrido…depende mucho de la conexión con la gente. Respecto a eso podría contar mil cosas que me han pasado y que , yo como lo pienso todo tanto, me hacen sacar conclusiones algunas veces muy positivas y otras francamente desesperantes, pero respiro profundamente, doy otro buen trago a mi cerveza y se pasa en seguida. Os voy a contar solo un par de ellas que me parecen muy divertidas y os juro que no miento ni exagero en absoluto:

Ocurrió cierta primavera de hace unos años en Barcelona, en un local en el que se celebraba una fiesta cuyo cabeza de cartel era yo (lo supongo por el tamaño de las letras de mi nombre en la promoción) aunque por lo que cuento a continuación muy poca gente debía de saberlo o notarlo. El caso es que yo ya estaba en plena sesión y se me acercó una mujer de unos 35 ó 40 años:

Hola – me dijo muy amable por lo que supuse que me iba a felicitar o comentarme algo de la música que estaba sonando en ese momento que es lo que suele suceder en esos casos. Le respondí también muy amablemente.

¿Hasta que hora dura tu actuación? – Me preguntó con mucho interés y supuse que estaba disfrutando con lo que oía.

En ese justo momento miré mi reloj y , como hacia unos 15 minutos que había empezado, calculé que me quedaba una hora y quince minutos mas o menos por lo que le contesté con una sonrisa– Creo que más o menos hasta las 3 -.

Entonces ella me dijo con cara de disgusto y realmente alarmada – ¡¿Y hasta las 3 voy a tener que estar aguantando esta música?¡ -.

Sin comentarios.

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Es obvio que justo en ese momento le hubiera arrancado el hígado pero soy una persona cero violenta y bastante compresiva , no a todo el mundo le va gustar mi música, pensé, así que volví a respirar y dar otro trago a mi cerveza. Aun así me dejó un poco tocado y durante un rato no dejé de darle vueltas a lo que me había dicho semejante cangreja.

De estas podría contaros muchas pues hay gente que tiene muy poca vergüenza. Eso si, en los tres últimos años no me ha vuelto a suceder pues no dejo que nadie se acerque a mi mientras estoy trabajando, es lo mejor para no tener problemas y sobre todo para no desconcentrarte. Como aquella vez que una persona se subió a la cabina y me pidió por favor que bajara el volumen de la música, yo no daba crédito!

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Son muchísimas las cosas que siento, que pienso, que comento, que me suceden desde que salgo de mi casa hasta que vuelvo. Algunas veces pasa el tiempo tan rápido desde que salgo hasta que vuelvo que cuando ya de regreso me tumbo en el sofá de casa pienso si realmente ha ocurrido o todo ha sido un sueño (o una pesadilla!).

Ocurra lo que ocurra me encanta salir por ahí y mostrar mi música a la gente.

 

 

Pensar

Vine a Madrid a trabajar en el estudio de grabación de un sello discográfico especializado en lo que por aquellos años eran casi los principios de la música electrónica en España. Se trataba de un estudio donde yo producía (por llamarle de alguna manera) a numerosos Djs (por llamarle también de alguna manera). La mayoría de ellos, hay que decirlo, eran lamentables y pretendían hacerse músicos/productores del día a la mañana. Yo por aquel entonces entendía ya un poco sobre Midi y más o menos sabia ya la diferencia entre las teclas negras y las blancas, así que les echaba un “cable” haciendo que eso que ellos programaban en sus casas de manera bastante torpe sonara medianamente bien, o por lo menos que sonara.

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Volver

Creo que de todas las artes la música es la que tiene mayor poder para en cuestión de segundos traernos fragmentos de nuestro pasado que creíamos olvidados. Dicho de otra manera la música puede llevarnos en segundos a momentos que vivimos hace ya mucho tiempo casi sin darnos cuenta y que ahora daríamos cualquier cosa por repetir los cuales sentimos con mayor intensidad en el presente mientras la música fluye. Es así de triste la vida, en la mayoría de los casos la vivimos casi sin sentirla obviando que ese es el único sentido que tiene: vivirla y cuando echamos la vista atrás ya es demasiado tarde. Se nota que voy teniendo una edad sino no haría este tipo de reflexiones.

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Sin ningún fin concreto

A cierta edad uno empieza irremediablemente a echar la mirada hacia atrás sin ningún objetivo concreto. Te das cuenta que ya vas teniendo un pasado considerable a través del cual tu presente se vuelve más consistente, se le encuentra más sentido o por lo menos uno cree eso. Hoy he recordado aquellos momentos de soledad, que fueron muchos y me apetecía escribirlo, contarlo, también sin ningún fin concreto.

Aquellas interminables y frías tardes de invierno no eran fáciles de soportar y más teniendo en cuenta que no dedicaba demasiado tiempo a mis estudios y así me fue.

Yo venia de mi tierra , del sur, donde tenia mi grupo de música. Un grupo que no había quién soportara pero con el que lo pasábamos realmente bien. Desde los doce años la música supuso para mi el aliciente que mi vida, mi adolescencia, necesitaba y fue ella lo que me salvó de muchas otras cosas pues mientras mis amigos perdían el tiempo experimentando con absurdas ocupaciones y peligrosas sustancias yo me encerraba en mi habitación con mis cassetes, mis discos y mi guitarra.

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Cuando me separé de todo aquellos para irme a estudiar a Zaragoza, más concretamente a un colegio universitario de dudosa reputación, sufrí un shock en todos los sentidos. Era la primera vez que salía de mi casa y me veía obligado a dejarlo todo pero sin duda lo que mas me dolía era dejar mis ingenuos proyectos musicales.

Por supuesto que llevé mi guitarra y mis cuatro cassetes y con los que esa soledad impuesta se me hizo más llevadera. Con ellos pasaba eternas horas encerrado en mi habitación de la residencia universitaria y fue en aquellas horas donde empecé a componer piezas cortas, sin letra, ejercicios de composición sencillos con los que aprendí armonías, acordes, improvisaciones que sin saberlo años más tarde me serian de gran utilidad.

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Poco a poco fui haciendo amistades en el colegio entre las que me veo obligado a destacar por su apoyo y por su infinita ternura la de Isabel Torres y María Jesús Antón. Ambas trabajaban en la secretaría del colegio y desde el principio hubo una excelente conexión.

Con ellas pasaba también muchas horas y hacia que mi estancia allí fuera menos dura, pues ahora que han pasado los años tengo que reconocer que para un adolescente estar interno en un colegio cuya primera impresión era la de siniestro, oscuro, frío y enorme no era una cosa fácil. Con el tiempo uno se acostumbraba a estar allí pero al principio costaba.

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Fueron precisamente ellas las que me abrieron muchas de las estancias del colegio a las que no tenia acceso casi nadie y así fue como primero descubrí el salón de actos en cual había un piano de pared justo en la zona de detrás del escenario. Desde el primer momento fue un flechazo. Pedí permiso al director, Don Julián, para poder coger las llaves se ese pequeño teatro que nunca se utilizaba y poder subir a tocar el piano cuando yo quisiera. No es que yo supiera tocarlo pero poco a poco fui aprendiendo acordes, a manejar las dos manos independientemente y todo de una forma autodidacta, cosa que también fue decisiva años después.

Aquellas gélidas, largas y oscuras tardes de invierno cogía las llaves de la centralita y yo solo me encerraba en el salón de actos para aporrear aquel viejo piano. He de reconocer que más de una tarde casi tuve que salir corriendo pues los ruidos entre las butacas de madera eran constantes y me daba la sensación de no estar solo. Sentía tanto miedo que literalmente apagaba todo y salía pitando. Ahora que ha pasado el tiempo recuerdo aquellos momento con especial cariño y reconozco sirvieron de una manera u otra para hacerme como persona y seguramente también como músico.

Otro descubrimiento que me sorprendió muy gratamente y que me acompañaría en muchas de esas tediosas tardes fue un armonio electrónico (Farfisa Foyer) que ya me gustaría tener ahora. Se encontraba en la sacristía de la capilla y supongo que serviría para usarlo en las misas. Era un artilugio que más de un coleccionista quisiera para sí ahora pues era algo extraño. Una cosa sencilla, con un pedal de aire, una palanca al lado de la rodilla para el vibrato y algunos interruptores que yo no sabia para lo que eran pero que manipulaba sin cesar para cambiar las características del sonido. Ahí, justo en esos momentos nació mi pasión por los teclados electrónicos que aun conservo.

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Con estos entretenimientos y algunos otros pasaron los pocos años que estuve en aquel colegio el cual de vez en cuando aún aparece en mis sueños y que de una manera u otra marcó una etapa importante de mi vida.